jueves, 30 de octubre de 2014

Feliz Cumpleaños Diego Armando Maradona!

22 de junio de 1986, en una casa a medio terminar en un barrio incipiente del Gran Buenos Aires Norte, para ser más concreto en Rincón de Milberg - Tigre, una familia formada por la madre embarazada, el padre y sus dos hijos varones miran vía ATC el partido de cuartos de final del mundial de México, como todo el país.

Es que no es un partido más, se juega contra el verdugo, con Inglaterra, y no sólo eso, se juega la revancha de la guerra maldita del ’82 donde nuestros chicos dejaron la vida. Pero volvamos a la familia, la madre está esperanzada en que en su vientre está la nena que tanto espera, el padre en cambio quiere el tercer varón, para que como toda la familia sea hincha de River Plate y futbolero obviamente.

El clima es tenso, ni se respira, Argentina empieza el segundo tiempo empatado en cero, todos esperan el milagro de Diego…
Minuto 6, Maradona hace un gol con la mano, si LA MANO DE DIOS. Todo es festejo, pero también sabiendo que nada se definió  y que, en el fútbol sobre todo, nada es gratis y ese guiño del destino podría bien ser un caramelo para pasar un trago amargo posterior.

La señora prepara el mate para matar los nervios y se sienta en una silla al lado del lugar en el que su marido ve todos los partidos del mundial, ese que acostumbraba a ser EL sillón del hombre de la casa. Vaya paradoja del destino, en ese momento –minuto 10 del segundo tiempo–  Diego toma la pelota en su campo después de un pase del Negro Enrique (quién aún hoy se autoproclama “el asistidor”) y comienza la carrera a pura gambeta, un rodeo, pasa a dos y sigue adelante.

En ese momento a Miguel, el padre, se le cruzan todos sus partidos en el potrero y todas las veces que soñó con jugar en primera, también sin darse cuenta, se le empieza a hacer un nudo en la garganta viendo a Diego en su vuelo cósmico y su piel se pone de gallina, claramente. Ama el fútbol desde sus vísceras, y huele que está viendo historia.

A Diego lo siguen tres ingleses: Beardsley, Reid y Hodge, pero no hacen más que mirar como el 10 de la camiseta de Diego flota en el aire. Aparece Butcher, le mueve la cintura y lo deja pintado. Y cuando el 14, Fenwick se acerca, engancha para la derecha.
Miguel no cree lo que está viendo, es la mejor jugada de la historia, y como movimiento reflejo apoya su mano en la panza de su esposa, como queriéndole avisar al bebé que no se pierda lo que viene. Miguel piensa “¿Se la dará a Valdano?” en ese momento en México Diego lo ve a Valdano por la mirilla del  ojo, y con el otro lo ve a Shilton, el arquero y al carnicero Butcher (por su traducción del inglés y por la patada que vendrá) y en un milisegundo se acuerda de su hermano “cagándolo a pedos” por definir una jugada igual con la zurda.

Enganche a la derecha, Shilton en el piso y una patada descomunal de Butcher, y un toque suave con la pierna derecha.
A esta altura Miguel grita como un loco, llorando sin poder creerlo, ni siquiera soñó con un gol así…no puede creer la hermosura de ese deporte que es más que sólo 22 atrás de una pelota.

Todavía destellaban en sus ojos las pinceladas de ese 10 de Fiorito que había dejado algo para la posteridad. Vuelve en sí, Diego corre con el puño apretado y una sonrisa que no le entra en la cara, 2 a 0 y el mejor gol de la historia, no hay dudas. Miguel, rápido de reflejos, vuelve a tocar la panza de su esposa y dice: “Mary, si es varón, se llama Diego”

Y acá está Diego, el que no había nacido, con 27 años, recordando la anécdota que más escucho en su vida, como le dio su nombre el mejor jugador del siglo XX.

Entonces, ¿cómo no festejar los 54 años de ese tipo que con una pelota hizo feliz a un país? Y encima le dio su nombre, como no sentir esa emoción en el pecho por un hombre que más allá de errores personales que no vienen a cuento, nos regaló momentos de amor a la patria como nadie nos dio en muchos años, cómo no amar a Maradona si cada vez que veo su tobillo en Italia ’90 o la final con Alemania se me llenan los ojos de lágrimas.
 
Gracias Diego, por tu magia, por ser argentino y por los huevos de siempre.

Como dicen por ahí…nos leemos
 
Diego, Bonzo 

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